jueves, 19 de marzo de 2015

San José casto esposo de la Virgen María

Aprovechando el día de San José...

Padre, hace poco me hablaron sobre el rol de San José, como padre y esposo. Yo no logro sentir el mismo apego que siento por la Virgen María, hacia él. ¿Cuál es su historia (sus padres, hermanos..) y por qué siento que la Iglesia no lo promueve tanto, si también cumple un rol importante como protector de la familia?


Para hablar de San José podríamos partir diciendo que Dios mismo le confió la custodia de sus tesoros más preciosos y más grandes,  su Hijo el reconciliador de la humanidad, y su Madre Santísima. San José,  recibe de Dios unos dones particulares para cumplir este llamado; sabemos por propia experiencia que los dones los recibimos de Dios, pero es responsabilidad nuestra cooperar con la gracia para hacerlos fructificar. Por lo tanto San José tiene que haber sido un hombre que a lo largo de su vida cooperó con la gracia, y por eso fue capaz de responder a lo que  Dios le pedía. Por otro lado podríamos decir que es natural que tu devoción a la Virgen María sea más graden, pues Santa María es la única Inmaculada, privilegio que Dios le concede en vista a su misión de ser quien llevará en su vientre a Dios hecho hombre. Es comprensible, pero creo también que debemos tomar conciencia de la gran misión que Dios le confía a este hombre. Digamos algo más de San José, para ayudarte a crecer en tu devoción. Como hemos dicho es un hombre muy virtuoso, por eso en la Sagrada Escritura se le llama “varón justo”(Mt 1,19), en la Escritura el hombre justo era el santo. Sabemos también que su padre se llamaba “Helí” (Lc 3,23). También leemos en los Evangelios que el Señor Jesús es llamado “hijo de José” (Juan 1:45; 6:42) lo cual nos habla de que Jesús vivía bajo la paternidad de San José. Frente a tu inquietud de la poca devoción que has escuchado sobre el Santo Custodio, algunos dicen al hecho de querer enfatizar la paternidad divina de Jesús, en la Iglesia  y también a que en la Iglesia primitiva se veneraba mucho a los mártires. Pero ya algunos santos como, San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros, nos hablan de San José, estamos hablando del año 400 en adelante. Es más los Papas promueven la devoción de este santo desde hace muchos siglos; por ejemplo,  durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano para ser recordado el 19 de Marzo. Entre otros León XIII, Juan XXIII, San Juan Pablo II, y el Papa Francisco han hablado de la importancia de San José como protector de la Iglesia, presentándolo como modelo de vida. Y hace poco, el Papa Francisco ha pedido que se le mencione en todas las plegarías eucarísticas.  Sí todavía no tienes una devoción grande a san José, no te preocupes, poco a poco en la medida que medites sus acciones, que encuentras en la Sagrada Escritura, y profundices  lo escrito sobre él, irás creciendo en tu devoción a este gran hombre que tuvo una gran misión en la historia de la salvación. Algunos dicen que San José es el santo del silencio, porque no encontramos palabras dichas por él, pero sí acciones, que nos manifiestan su docilidad a Dios, y a sus palabras.  Pienso que quizás es un ejemplo muy bueno para nuestro tiempo, donde se dice mucho pero a la hora de actuar con coherencia y de responder a los planes de Dios, nos falta demasiado. San José nos enseña que antes que las palabras son importantes las acciones y la docilidad al plan de Dios. Que este tiempo de Navidad sea también una ocasión para crecer en la devoción al Santo custodio de la Sagrada Familia, de recurrir cada día más a Él y pedir su intercesión por toda la Iglesia. Termino con la petición de Juan Pablo II: “Que san José sea para todos un maestro singular en el servir a la misión salvífica de Cristo, tarea que en la Iglesia compete a todos y a cada uno: a los esposos y a los padres, a quienes viven del trabajo de sus manos o de cualquier otro trabajo, a las personas llamadas a la vida contemplativa, así como a las llamadas al apostolado.”(San Juan Pablo II, Redemtoris Custos)

miércoles, 25 de febrero de 2015

Siendo leales y sinceros




Nobleza, rectitud, honradez, fidelidad, honestidad, pundonor y cumplimiento son algunos sinónimos de lealtad. Creo que si nos preguntan si queremos y anhelamos tener estas virtudes, todos diremos que sí. Incluso creo que el hombre que es infiel, o que no es leal, anhela en su corazón serlo, pero quizás sus malos hábitos le dificultan el camino para ser como quisiera. Probablemente le sucede, por ejemplo, que cuando alguien no es leal con él, se molesta y desconfía de esa persona.

Hoy me puse a pensar sobre esta virtud desde una perspectiva que tiene dos ángulos. El primero es la lealtad como base para una buena y verdadera amistad. Todos quisiéramos tener un amigo leal. Lo primero sería, entonces, pensar si yo soy una persona leal. Si soy alguien realmente honrado con el otro, si lucho por mantener y cuidar la fidelidad a lo que me es confiado, si me esfuerzo por ser recto. Esto es algo bueno que debemos cultivar día a día, porque las tentaciones contra la lealtad estarán presentes. Y estas tentaciones tienen como base, según mi parecer, el egoísmo o la idea de que mi propio beneficio está por encima del de los demás, justificando así mi deshonestidad o mi falta de honradez.

Pensémoslo un momento: ¿Qué me mueve a ser desleal? ¿Qué me lleva a dejar de ser honrado? ¿Qué me lleva a no ser noble en mi trato y amistad con el otro? ¿Por qué dejo de lado el cumplimiento de mi palabra? ¿Es que acaso algo más atractivo se apareció en el camino y me hizo dejar la fidelidad? Es claro que cada uno tiene que pensar y reflexionar para no caer en este defecto. De igual modo, debemos recordar que hay cosas que el corazón anhela y una de ellas es la lealtad. Ser leal es ser fiel, es sinónimo de cumplimiento. ¿Por qué o cuándo dejo de cumplir con mis amigos?

El segundo ángulo es la lealtad a Dios. He venido rezando con las palabras de un salmo que dice: “Señor, haz que camine con lealtad”. Y es que también se nos presenta la tentación de no ser leal, de no ser honrado, fiel, noble, a Dios. Es feo decirlo y reconocerlo pero son muchas las veces en las que no somos leales con nuestros amigos y entre ellos el principal, Jesús, Dios en medio de nosotros.

Él viene y nos muestra su fidelidad, su lealtad, nos muestra su amistad a prueba de todo, siendo leal incluso con quien lo traiciona. Él igual nos sigue llamando “Amigo”. ¡Que ejemplo de lealtad!

Y nosotros muchas veces, ante la primera dificultad, comenzamos a pensar en no ser leales, o ante la primera cosa que nos molesta, hablamos mal de quien es nuestro hermano o amigo. Ante la primera atracción en el camino, nos alejamos de Él, y dudamos de Él, sin razones reales obviamente, porque no las encontraremos, pero de alguna manera tenemos que justificar nuestra falta de pundonor, nuestra cobardía o deshonestidad.

Por eso hoy le pido al Señor que me ayude a caminar con lealtad, que me ayude a no fallarle a mis amigos y, sobre todo, al amigo que ha dado la vida por mí, el Señor Jesús. “Señor enséñame tus caminos, haz que camine con lealtad.”

lunes, 12 de enero de 2015

El sol se oculta ante nuestros ojos

Una de las cosas que más me gusta y disfruto es contemplar la caída del sol. Pero sabemos claramente que el sol no se va, siempre está ahí, nosotros lo dejamos de ver por unas horas, pero siempre está presente, iluminando la otra parte del planeta, llevando luz y calor, necesarias, a otras personas. Su dejar de estar da paso a la noche, necesaria para nuestra salud y crecimiento.
Así también hemos de entender nuestra vida. Dios nunca se va, siempre está, quizás en algunos momentos sentimos que no calienta como antes, pero sabemos que  está ahí, y esos momentos de aparente ausencia, también tienen su razón de ser. No lo vemos a El, pero está detrás de todo. Oculto a nuestros ojos, pero presente y por si nos quedan dudas basta mirar un día la luna y en ella contemplamos el reflejo del sol, como diciéndonos que ahí en medio de la oscuridad, está nuestro Padre cuidándonos y acompañándonos. Ella refleja la luz de aquel que brilla, y da calor. Así nosotros también siempre de día y de noche estamos ante Dios. Porque él no se mueve, el está fijo, inmutable, somos nosotros los que nos movemos; Él no deja de brillar, el no se apaga, ni mengua su luz al derramarla y repartirla sobre toda la tierra. Así es Dios, y eso me da seguridad, alegría al caminar.
Recuerda, mira el horizonte y por más confusiones que tengas, por más difícil que sea el día, recuerda que Dios está siempre ahí, que está junto a ti. Que te acompaña, te da calor, te ilumina.
El sol nos proporciona calor. El amor, nos da calidez y Dios es amor; y donde hay amor, todo se torna cálido. Cuando falta el amor, todo se torna frio, oscuro y triste.
Por lo tanto debemos acercarnos a Dios que es amor, para que así nuestro corazón esté lleno de la calidez que Dios nos da. Alejándonos de la frialdad, de la dureza, de la indiferencia, de todo aquello que entristece el corazón, y nos aparta de aquello que nos hace felices de verdad.
Miro una vez más el atardecer y me alegro, por lo que me regalas y porque al contemplar esta hermosa obra de arte, puedo pensar en Ti, en tu obra creadora y en tu presencia silenciosa, real y misteriosa.

“Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz. (Lc 1,78-79)




domingo, 4 de noviembre de 2012

"Portones abrid los dinteles"


“Portones abrid los dinteles”
“¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria. Salmo 24

Me encuentro hoy nuevamente contigo Señor, en medio de la oración  y en este diálogo, frente a tu presencia, me invitas abrir la puerta de mi corazón. Abrir los cerrojos que  mantienen muchas veces cerrado mi espíritu a la acción de la gracia. Una vez más tomo conciencia de que es a Ti, el héroe valeroso, el Rey de la Gloria, el Dios de la vida y del amor sincero a quien cierro mi corazón.
Eres tú quien viene a traerme la paz, la reconciliación y el amor que tanto anhelo. Pero para eso tengo que dar el paso, ponerme de pie y abrir las puertas antiguas, los cerrojos quizás oxidados por el poco uso, y la poca costumbre de abrir la mente y el corazón a Tí. Y con tu gracia se levantaran una vez más las puertas antiguas.

Hoy se llena de alegría mi corazón porque frente a Ti, realmente presente en la Eucaristía, al rezar este Salmo oía tu voz, tu invitación, tu llamada  a que esas puertas antiguas, esos cerrojos endurecidos por el pecado, se abran. Y, pensaba ¡Cómo no voy abrir mi corazón! ¡Cómo no voy hacer el esfuerzo! Si eres Tú quien me lo pide, "el Rey de la Gloria". Se trata de salir del letargo al que lleva el pecado, se trata de dejar de lado la indiferencia, y ponerme de pie ante Ti, porque lo que quieres Tú es entrar para mostrarme todas las riquezas que trae el Rey de la Gloria, el Señor de los ejércitos.
No hay que perder tiempo, no hay porque retrazar la fiesta y el gozo de estar junto a Ti, Señor.
Si hoy se puede celebrar, porque esperar hasta mañana.
  
Y ante esta alegría tan grande,  pensaba ¿Qué lleva a cerrar las puertas?, ¿Qué cerrojos le pongo o ponemos al rey de la gloria? Cada uno tiene que examinarse, pensar con sinceridad, valentía y confianza en Dios. Y reconocer que es el pecado en sus muchas manifestaciones el que oxida los cerrojos, y hacen a veces más difícil escuchar esta invitación. Pero esas cerraduras endurecidas, caen Señor al descubrir Tú amor, al contemplar tu infinita misericordia.

Señor se que hoy, una vez más, me invitas abrir la puerta de mi corazón, porque quieres recordarme todo lo que has hecho por mí, porque quieres mostrarme el inmenso amor que me tienes. Hoy escucho Tu invitación con más fuerza y veo una vez más la alegría de estar junto a Ti. Por eso así como el salmista ahora yo les digo a todos mis hermanos, ¡Abrid, las antiguas compuertas! ¡Abrid el corazón! El que viene es el Señor que trae la paz, que llenará tu corazón de dicha. Quiere entrar en tu casa para alimentarte con manjares sustanciosos, con el alimento que da la vida eterna. Por eso da el paso y di, Entra Señor, se que no soy digno pero una palabra tuya bastará para sanarme y curarme.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Brilla una luz


Me encandila esa luz, y me atrae. No es su calor, luz, brillo, lo que llama mi atención sino sobretodo porque se lo que me dice y a quien representa. Entro y la veo e inmediatamente me postro; no ante ella, sino ante Ti Señor que estás ahí. Y esa luz pequeña me recuerda de que manera te has querido quedar con nosotros, así pequeño, indefenso, casi imperceptible para algunos, pero muy presente para el que observa con reverencia y cuidado, para el hombre con fe.

Esa luz me recuerda tus paradojas, es pequeña pero porta en sí una gran fuerza, un poder oculto,  capaz de incendiar un bosque. Así también tú Señor te has querido quedar  pequeño pero eres capaz de encender en los corazones un gran amor, eres capaz de dar fuerza,  valor para el combate; eres el alimento para el viajero, dándole ese viático para poder llegar a ti, a la eternidad. Eres pequeño en apariencia, pero eres el regalo más grande, el Todopoderoso.

Veo esa luz roja y su color me recuerda tu amor, la grandeza de tu corazón. Eso me recuerda que yo estoy llamado, a vivir así, a entregarme, a ser también Amor, como tú lo eres. A ser generoso a ser entregado e inflamar.

Siempre encendida, nunca se apaga. Porque así representa, lo que Dios hace por nosotros, El Señor se  gasta y  desgasta, por amor.  También Señor enciende en mi corazón esa luz, para encender al mundo de amor, para vencer mi inercia y salir a decirle a todos que Tú estas aquí, que Dios está aquí. Porque el encuentro contigo enciende mi corazón de alegría, de fuerza, de algo que muchas veces no puedo explicar.

Entro una vez más y me quedo sólo contigo Señor. y al cerrar la puerta de la capilla, veo tu luz brillar con más fuerza y no me quiero ir, tu luz me encandila, tu luz me retiene, tu amor me llama, tu amistad me invita a quedarme, a estar contigo.

jueves, 23 de agosto de 2012

Todo por amor



Creaste el mundo por amor, la perfección de la naturaleza, la grandeza del ser humano, de las estrellas y el universo entero, todo lo dejaste de regalo para nosotros tus creaturas,  para que nosotros lo contemplemos, nos maravillemos y saquemos de él todo aquello que tú has puesto, todo lo necesario para nuestro sustento y nuestra vida.

Y todo lo hiciste por amor. Por amor nos creaste, nos diste el ser y la capacidad de poder entrar en contacto y comunicación contigo, la capacidad de poder estar contigo, la inteligencia y capacidad para desarrollar y sacar de este mundo todo lo necesario para vivir.

Todo lo hiciste por amor, y cuando erramos, cuando caímos, cuando nos olvidamos de Ti, tu amor nos lleva nuevamente a recordar lo que somos y a la grandeza de nuestra vocación.

Enviaste a tu Hijo, Dios hecho hombre para que por amor, nos salve, nos libere y reconcilie, cure las heridas mortales que el pecado dejó en nuestro interior. Así nos sanaste nos curaste interiormente y por amor lo sigues haciendo porque los efectos del pecado no han terminado, no han dejado de estar presentes, pero por amor nos das la oportunidad de quedar sanos.

Por amor te hiciste alimento celestial, te quedas en un pan. El alimento bajado del cielo, para alimentarnos, y seguir así mostrándonos el inmenso amor que nos tienes.

Por amor nos dejas tu gracia, por amor nos dejas a tu madre, por amor nos regalas santos que son ejemplo, y amigos en el cielo que nos animan, y con su testimonio nos siguen dando luces para avanzar.
Por lo tanto al levantar los ojos y ver la luz del día, al escuchar los cantos de los pájaros, al ver toda la creación, el atardecer y sobretodo al ver tu cruz, digo una vez más: ¡Todo es por amor!
¡Gracias Padre!

martes, 21 de agosto de 2012

“No se cansen de hacer el bien”.


La frase no es mía, como saben muchos de ustedes. Es de San Pablo, quien inspirado por el Espíritu Santo la pone en su carta a los Gálatas. Quizás alguno se preguntará ¿Y por qué dice eso? 

Lo que sucede es que este gran santo es completamente consciente de la fragilidad humana, y  cómo es posible que cualquiera de nosotros se canse en su empeño por hacer el bien.  Alguno puede que ante las dificultades de la vida, ante los problemas que encuentra quiera cansarse de hacer el bien. Pero no. No debemos desfallecer en nuestro afán por hacer el bien; en comunicar la verdad, en transmitir al mundo la esperanza, en nuestro deseo de ser justos y de en todo buscar el bien del hermano. Quizás estas cansado de atender a tus papas que son mayores, o de quedarte cuidando a tu hermano o de cuidar a tus abuelitos, o de ser paciente con esa persona que te molesta, o  quizás cansado de ser honrado cuando ves que muchos roban, o estas a punto de dejar de luchar por vivir castamente y luchar por tu pureza cuando ves que muchos desfallecen o declinan en su esfuerzo por vivir esta virtud. Quizás ves mucha corrupción y tienes ganas de devolver mal por mal o insulto por insulto. Pero no. Escucha hoy nuevamente la Palabra de Dios y que esta te anime a seguir sembrando el bien que a su tiempo dará fruto. No te canses de hacer el bien. Transformemos este mundo como lo dijo San Pablo, siguiendo al Divino Maestro con el amor ejemplo del amor, con su enseñanza del perdón, de vencer al mal a fuerza de bien. De ofrecer el perdón donde encontremos odio, de no ser indiferentes ante el dolor ageno, de no ser duros de corazón sino sensibles, ante las necesidades de quienes nos rodean.

No es fácil, es verdad. Cuesta y a veces puede ser que tengas la tentación de decir ya no más. Pero ánimo, No te canses. No dejes de sembrar la bondad y la justicia, comenzando obviamente por tu propio interior. Ese es el primer lugar donde no debemos desfallecer en el esfuerzo de hacer el bien, de sembrar el amor, de que reine la paz y dejarnos refrescar siempre por la presencia del Señor Jesús, que no solo es nuestro modelo de vida, sino que también es nuestra fortaleza.

Por lo tanto leamos otra vez las entusiastas y motivadoras palabras de San Pablo:“No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos.” (Gal 6,9-10)